29.8.09

Fuego #5

Cenizas (1 de 3)
“George”
Historia: Zirijo.

I

Respirando lentamente, comienza el día para Escorpión. Con su nuevo cuerpo debía adquirir un nuevo procedimiento de entrenamiento. Más intenso, más severo. Pero… ¿para qué?

No sentía que ningún héroe ni villano en este planeta pudiera hacerle frente en una batalla cuerpo a cuerpo. Su meditación fue interrumpida por este pensamiento, y apretó muy fuertemente sus manos. En medio de la nada se escuchó cómo el golpe de su puño dio contra el piso desnudo, dejando un cráter pequeño.

- El Hombre de Fuego – susurró.

II

Justin había perdido todo, su familia y su hogar. Ya no le quedaba nada, sólo sus buenas intenciones, pero con eso poco podía hacer. Se sentía impotente, por no poder hacer nada para rescatar a su hermana de la nueva posición en que la había puesto Gaia, de haber perdido todos sus recuerdos de su hermano George, y de no haber terminado su primera misión como el Hombre de Fuego. Se sentía perdido, casi al grado de no querer volver a su forma ígnea. Miraba sus manos buscando una respuesta. Así pasaban las horas, y no se movía de las cenizas que alguna vez fueron su hogar. En eso, sintió una presencia a su alrededor, pero al girar no vio a nadie.

- ¿Quien anda ahí? – preguntó, perturbado.

Desde los escombros se levantó una figura imponente. Era Escorpión.

- Dije que volvería, y aquí estoy, Hombre de Fuego – le dijo, severo, al muchacho que no tenía ni siquiera fuerzas para levantarse.

- Has venido en el mejor momento Escorpión… puedes darme el golpe de gracia… acaba conmigo, ya nada vale la pena – respondió sorpresivamente el defensor, luego de volver su mirada al piso.

En los ojos de Escorpión se notaba que la bienvenida que le dio Justin no era la que esperaba. Él buscaba un poco de resistencia.

- ¿Esto es lo mejor que puede dar el elegido para seguir con el legado del Hombre de Fuego? – preguntó Escorpión, tratando de provocar una respuesta del despojo de hombre que tenía en frente de si.

- No soy nadie, Escorpión… me tienes aquí, indefenso y sin ganas de nada… todos los enemigos de mi hermano estarían contentos de acabar de una vez por todas conmigo – respondió Justin. Su voz era la de un muerto en vida…. a punto de romper en llanto.

Escorpión apretó sus manos de concreto, se acercó, y levantando a Justin, mirándolo fijamente a los ojos, le habló.

- ¿Qué te dijo tu hermana antes de convertirse en ese monstruo, niño?

- Que… que me hiciera fuerte – dijo entre dientes Justin, que colgaba de la mano de Escorpión.

- Pues eso te estoy ofreciendo: la oportunidad de ser fuerte, tan fuerte como yo.

III

¿Qué quería este sujeto?”, se preguntaba Justin, mientras por fin le devolvía la mirada a Escorpión. ¿Se había vuelto completamente loco? ¿Qué ganaba con que el “Joven de Fuego” se hiciera fuerte?

Mientras miraba fijamente a los ojos de Escorpión, encontró la respuesta en lo profundo de su ser. Un enemigo… un rival. Eso era lo que quería Escorpión, alguien que le diera lo que la Familia de Fuego le daba.

- No caeré en tu juego enfermo, Escorpión – dijo el muchacho, mientras se soltaba de las manos de éste – No seré yo quien te entretenga ahora.

- Eso es lo que necesito muchacho, esa energía, ese ímpetu. Yo puedo hacerte fuerte, niño, puedo darte las herramientas para que seas un hombre.

Justin no sabía que decir. No le quedaban argumentos para debatir con Escorpión. Todos le decían que debía ser fuerte, que debía sobreponerse, pero nadie le decía cómo, y frente a él, uno de los enemigos más fuertes con los que se enfrentó alguna vez en su vida, le daba la mano y le entregaba el método necesario para ser fuerte. ¿Qué debía hacer? ¿Qué harían sus hermanos?... Cuando esa pregunta vino a su mente, la respuesta estaba clara.

Tomando su forma ígnea, Justin… no… El Hombre de Fuego aceptó la invitación que le hacia Escorpión. Sin embargo, Escorpión le dio un súbito golpe en su cabeza.

- Primera lección: sobrevive sin poderes.

- Pero esto me hace ser el Hombre de Fuego – le contestó Justin.

- No es cierto. No usar tus poderes te libera de la necesidad de ellos, por lo que tendrás tiempo para pensar formas nuevas de usarlos cuando te lo permita – dictó el nuevo maestro.

Con una mirada de duda, Justin dejó su forma de fuego, y quedó firme frente a Escorpión.

- Segunda lección: debemos alejarnos de este lugar. Está lleno de trampas y fantasmas, ellos te retrasarán en tu entrenamiento. Volveremos al comienzo… a mi comienzo.

IV

La mirada de Justin se volvió de duda. Nunca en realidad supo de dónde venía Escorpión, ni cómo se había vuelto tan fuerte. Sólo sabía que un día él los atacó de la nada, y sólo quería medir su fuerza con George y sus hermanos.

- ¿A dónde nos iremos? – preguntó Justin a Escorpión.

- A las montañas, a la cordillera de Eria, el lugar en donde nací.

- ¡Pero para llegar allá hay que cruzar el desierto! – exclamó Justin.

- Mejor aún – contestó Escorpión – El desierto forja carácter.

Todo con Escorpión era sorprendente. A pesar de que la Familia de Fuego y Escorpión habían combatido durante años, nunca antes había pasado tanto tiempo sin intercambiar golpes con ese hombre. Ahora que Escorpión era su maestro, no podía desobedecer las órdenes que éste le daba, aunque en el fondo de su corazón quisiera todo lo contrario.

- ¿Y cuándo partimos? – preguntó Justin, luego de que Escorpión revisara lo poco que quedaba de la casa de los Smith.

- Ahora mismo. No necesitas nada más – contestó Escorpión, mirando fijamente el cielo – Es mejor que nos vayamos de inmediato, así la lluvia nos encontrará en medio camino.

- ¿Lluvia? ¿Estás loco? El día está completamente despejado. Sólo esta molesta brisa, que no para de poner mi piel de gallina, pero nada más… es un día perfecto – contradijo Justin.

- Vamos ya… lloverá en menos de tres horas.

Y así fue. La lluvia encontró al actual Hombre de Fuego y a uno de sus más grandes enemigos, caminando en las afueras de Northcrem.

- Ok, tuviste razón, se puso a llover. Una sola cosa me preocupa ahora. ¿Quién quedará cuidando de Northcrem, ahora que no estoy? – se preguntó en voz alta el defensor, sin tener en cuenta que Escorpión lo oía.

- No te preocupes por eso. Tus enemigos ya no existen: de Espuma me encargué yo; el Hombre de Agua es un monstruo igual que tu hermana; yo no soy una amenaza… por el momento; y sólo te quedan esos lunáticos religiosos que se instalaron en tu ciudad. Escuché que tuviste problemas con ellos.

- Primero, mi hermana no es un monstruo, y segundo, ¿cómo sabes todas esas cosas? – preguntó el muchacho, que estaba completamente empapado por la lluvia.

- Tercera lección: si no sabes cuáles son los enemigos de tu enemigo, no estás en condiciones de establecer alianzas o aprovechar una debilidad surgida de un enfrentamiento. Te falta mucho por aprender, niño.

El rostro del joven Hombre de Fuego dejaba ver el enojo que producía cada palabra que pronunciaba Escorpión. No sabía cómo se había dejado convencer de emprender este estúpido viaje.

V

Era media noche, y las almas solitarias y atormentadas vagaban por los caminos, dejando que la luz de la Luna abrigara sus escuálidas esperanzas. Así también se veían estos dos hombres que ya no tenían nada por qué seguir de pie. Así se veían el joven Hombre de Fuego y Escorpión.

- ¿Cuánto tiempo llevas sin convertirte a tu forma ígnea? – preguntó Escorpión, interrumpiendo el sonido de sus propios pasos.

- Desde que nos vimos, y antes de eso… un par de semanas. Desde que volví de África – respondió Justin, sin ánimo de pelea, ya que el cansancio y el hambre lo agobiaban.

- Sólo por esta vez puedes llamar a las flamas. No me sirves si es que pescas un resfriado. Tu ropa sigue mojada – dijo Escorpión, escuchando el sonido que producía la ropa mojada en fricción.

Justin trató de transformarse, pero no pudo. Estaba agotado por la larga caminata. Ambos no se habían detenido desde muy temprano en la mañana de aquel día.

- No puedo. No me quedan fuerzas, y tengo mucha hambre – comenzó a quejarse el muchacho.

- Bien. Entonces ya es hora de la primera parada. Ya sólo queda el desierto ante nosotros.

Sin darse cuenta, Justin había caminado kilómetros, acercándose cada vez más al desierto de Eria. No se dio cuenta como la vegetación iba cambiando. Northcrem había quedado atrás hacía muchas horas, y el último rastro de civilización lo habían pasado hace sólo un par.

- Enciende una fogata, niño. Yo iré por comida – ordenó Escorpión.

- Pero no puedo crear fuego, ya te lo dije – respondió el joven.

- Los cavernícolas no podían convertirse en “hombres de fuego”, niño. Prende una fogata como sea. Volveré enseguida – contestó furioso Escorpión. Luego se perdió en la vegetación.

- ¡Mierda! – decía a regañadientes Justin. Todo esto le parecía una locura.

Con un poco de pasto seco, Justin comenzó a frotar dos varas. Como no llevaba consigo encendedor ni fósforos (ya que explotarían si es que tornara a su forma ígnea), tuvo que recurrir a lo que recordaba de su estancia en la brigada de exploradores del colegio. Fue idea de su hermano George que entrara en la brigada, ya que crearía lazos de amistad y esas cosas. Ahora agradecía esas expediciones, y las largas y tediosas horas de clases.

Escorpión volvió cuando el fuego ya estaba encendido, y Justin estaba sentado secando sus ropas. Entre sus manos traía un par de liebres, que sería la cena de hoy; desayuno y almuerzo del día siguiente. Comenzó a despellejarlas, y las colgó de las patas en el fuego. Mientras esperaban que estuviera la comida, si es que se le podía llamar de esa forma, Justin observaba como Escorpión entraba en un trance… meditaba.

Cuando las liebres estuvieron cocinadas, Escorpión volvió en sí, y comenzó a comer lentamente.

- Come despacio. Saborea cada músculo, puede que sea el último que comas – dijo Escorpión en una pausa. Justin no supo que responder.

La fogata duró hasta que se consumieron todos los leños, mientras que Justin y Escorpión durmieron. El alba los alejó de sus sueños.

- Caminaremos hasta que caiga el sol, luego, buscaremos recursos para cruzar el desierto. Espero que tengas buena vista… caminaremos de noche, desde mañana.

- ¿Cuándo comenzará el entrenamiento? – preguntó, impaciente, el joven defensor.

- Apaga bien esas cenizas. No queremos que nos sigan – dijo Escorpión, sin tomar atención a las palabras de Justin.

VI

Unas siluetas se detuvieron ante una fogata a medio apagar, ante el sol de la mañana.

- ¿Es el Hombre de Fuego? – preguntó uno de los que inspeccionaba las cenizas.

- Si, con otro sujeto. Se dirigen al desierto. Hay que detenerlos antes que lleguen ahí – respondió uno de sus acompañantes, que se levantaba y tomaba una forma hídrica, para avanzar con mayor rapidez por un canal que corría cerca…


Continúa...
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