12.8.09

Star Crusade #4

“Cambio”
Historia: Rodrigo Roa.

La única constante en el universo, es el cambio. Nada dura para siempre, y todas las formas de materia y energía dan paso, sin detenerse, a nuevas formas en el tiempo y el espacio. Flujos continuos complementan la existencia de cada partícula, y la dinámica del universo no se detiene, ni ante la fuerza más grande. Aún más, el cambio es, en efecto, la más grande de las fuerzas.

I

Planeta Dardac. Hace un ciclo dardakiano (15 días terrícolas).

Desde el día en que la extraña flor roció el cuerpo de N’Arek con su gas, las cosas habían cambiado totalmente. El antiguo defensor tenía nuevas habilidades: fuerza, velocidad y resistencia sobrehumanas, además de la capacidad de vuelo y otros extraños poderes que aún no descubría del todo.

- Esa flor debió tener algunas características fisiotrópicas, que transformaron tu cuerpo en una especie de “super dardakiano” – reflexionó C’Esut, mientras cuidaba a su amigo.

- No me importa lo que me haya hecho esa flor… Todo seguirá como ha sido hasta ahora – dijo N’Arek, un tanto molesto, por haber visto perturbada su tranquilidad – Ya estoy recuperado, y podemos volver al trabajo.

La idea de tener habilidades una vez más, no se apartaba de la mente del dardakiano. Casi había agradecido cuando las anteriores se habían ido, porque pensó que al fin tendría una vida de paz, en el mundo que lo vio nacer, y que a pesar del estado en el que éste se encontraba, estaba dispuesto a empezar de cero para regresarlo a su gloria de antaño.

N’Arek se negó durante los siguientes ciclos dardakianos, a hacer cualquier uso de sus nuevos poderes, e incluso, a hablar de ellos. No quiso darles importancia, y le pidió a C’Esut y G’Iyb que guardaran el secreto. Pensaba que así podría hacer como si nunca nada hubiese pasado, alejarlo de su mente y seguir con su vida.

En todo ese tiempo la única preocupación del antiguo defensor de la Tierra, fue trabajar con su gente. Y así esperaba que fuera siempre, a pesar de que sabía que esto no podría traer nada sino cambios.

II

Planeta Tierra. Ahora.

Will Bowman dudó muchas veces antes de decidirse a hacer lo que iba a hacer. Nunca pensó que en algún momento de su vida, tocar la puerta de la casa de su amada Susan iba a ser tan difícil.

Su cuerpo ya había dejado de brillar, y se había preparado para parecer lo más normal posible, a pesar de las grandes diferencias que ahora habían en él.

Sentía como si su cuerpo ya no estuviese hecho de carne y hueso, pero aún lo reconocía como suyo. Más aún, dentro de él sentía fluir una energía cálida, que lo confortaba y le inyectaba con cierta emoción.

Mientras pensaba y sentía, se encontró de pronto, frente a la puerta de su amada. Muchas veces antes estuvo allí, pero nunca de esta forma. Los segundos parecieron horas, y Will pudo sentir los latidos de su corazón con una nitidez que antes no había sentido.

Al fin, se decidió. Con algo de angustia, acercó su mano a la puerta, pero algo inesperado ocurrió. Sintió calor a través de su brazo, y una potente luz brotó de sus dedos, y luego de toda su mano.

La puerta comenzó a encenderse, y poco a poco, a derretirse. Will alejó su mano, pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo había comenzado a brillar una vez más. Un gran agujero se había formado, y el humo señalaba el ardor del material.

Horrorizado, retrocedió, pero su cuerpo no paraba de emitir ese brillo que lo asemejaba a una estrella. El grito cercano de un niño lo asustó aún más.

- ¡Mamá! ¡Mira lo que le hizo ese hombre a la puerta! ¡Está brillando, no parece humano!... ¡Es un monstruo!

Susan no podía verlo así, nadie podía. Quizás sí se había transformado en un monstruo. Sin pensarlo dos veces, miró el cielo, y súbitamente se elevó, y emprendió un rápido vuelo, con rumbo desconocido, dejando una estela radiante tras de sí.

Era el fin de su vida normal. Will Bowman huía de su planeta, lleno de miedo y dolor, sin comprender aún el cambio que había sufrido.

III

Planeta Anthil, Sistema Algol, constelación de Perseo.

- Muy bien, Capitán Estelar… ¿Qué tienes pensado? – preguntó Arubal, quien ya se había animado a hablar, luego de horas.

- Debemos ser rápidos, y no mirar atrás – respondió el héroe de Eburan – Pero tampoco queremos que ellos salgan dañados, ¿no?

- Se nota que no nos conocemos aún… - dijo Arubal, con ironía.

- Ahora bien… Si me ayudas… - reflexionó el Capitán – No podré dejar que te quedes aquí… Ellos te perseguirían, y correrías peligro.

- Créeme, sé defenderme bien solo, no necesito tu protección… Pero tampoco necesito seguir viviendo en este mundo…

El Capitán Estelar miró a Arubal, y a pesar de que su apariencia era tosca y dura, le pareció que su expresión demostraba un gran dolor, y mucha sensibilidad. Por eso confiaba en él, a pesar de no conocerlo tanto.

- Pues, entonces… - dijo el defensor – Vendrás conmigo.

- ¿Qué?

- Vendrás conmigo… Saldremos de este planeta, y me acompañarás en mi cruzada. Necesitaré compañía y apoyo – le explicó el héroe.

Arubal no hizo ningún comentario, pero con eso, el Capitán Estelar entendió que no había ningún reclamo. Su nuevo compañero demostraba mucho con su mirada, y a pesar de la pena que le daba dejar su planeta, entendía que este cambio era lo mejor.

- Ahora, vamos… debemos recuperar la nave… - concluyó el viajero de Eburan.

Un par de horas después, una violenta batalla se comenzaba a librar en los alrededores de los campos de brea ardiente. La policía trataba de frenar el ataque del Capitán Estelar y Arubal, que peleaban juntos y con gran ímpetu, abriéndose paso hacia el vehículo espacial, en busca de lo que les pertenecía.

IV

Nishke y los policías interplanetarios estaban anonadados frente a la destrucción de las naves, que había sido hecho en pocos segundos. Enormes máquinas de metal reducidas a trozos con tanta rapidez… no era un buen panorama.

Poco después, y mientras todos observaban el cielo, frente a Nishke, una silueta descendió, volando, hasta tocar el piso. El defensor de Uda ordenó a algunos policías que se acercaran a él, y lo interrogaran.

Corrieron hasta el extraño individuo, que los esperó en silencio. De pronto, una luz se encendió en las manos del individuo, y con un movimiento, que pareció una ráfaga, todos los policías fueron lanzados a gran distancia, y no se volvieron a levantar.

El extraño ser se acercó a Nishke, y cuando éste ya pudo distinguirlo con claridad, le habló.

- ¿Quién demonios eres? ¿Qué quieres?

- Sólo para que jamás olvides al último ser vivo que vieron tus ojos… ¡Soy Nurlabe! ¡Y su cruzada llega hasta aquí!

Con gran velocidad y violencia, el extraño llamado Nurlabe, atacó al defensor. Un poderoso rayo de energía fue lo siguiente que vio Nishke, y de inmediato, perdió la conciencia.


Continúa...
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