17.11.10

Mirox Zero: Paul Morgan (Parte 1)

“Aquel destinado a estar justo en el medio” (Parte 1 de 2)
Historia: R.H. Herrera.



Solía ser un investigador de la Iglesia; si se presentaba algún caso paranormal, mi trabajo era investigar que sucedía y desmentir los fraudes, aunque varias veces, me toco plantar evidencia para que aquellos casos parecieran falsos… es algo de lo que no me enorgullezco, pero en ese tiempo pensaba que era lo correcto. Mas, aquel encuentro fortuito me hizo comprender el error que había cometido.

En un pequeño pueblo al sur de Eria, sucedían una serie de eventos paranormales. Mi misión era demostrar que aquellos hechos, desde apariciones de espectros hasta posesiones demoniacas, no eran más que histeria colectiva.

El ambiente era bastante denso. Luego de hablar con varias personas del pueblo, un nombre se repetía constantemente: Paul Morgan. Decían que el día de su nacimiento, se abrieron las fauces del Infierno, y que los alaridos de la noche habían enloquecido a toda la gente del rededor.

Busqué los expedientes de dicho día… al parecer, el mismo medico de planta sufrió un ataque de psicosis paranoide, y que escarpelo en mano, había intentado apuñalar al recién nacido. Al intentar detenerlo, varios funcionarios murieron degollados. Las fotografías mostraban que las heridas provocadas en las víctimas eran dos cortes paralelos en el cuello, de izquierda a derecha, con extraordinaria precisión. El Doctor Kampher degolló a siete personas antes de ser detenido por un golpe en la cabeza, proporcionado por el mismo padre de Paul. Testigos dicen que, a pesar de tener el cráneo roto y de no poder pararse, el doctor seguía gritando: “Destruyan a ese engendro, sólo traerá desgracia a este mundo”.

He oído que suele hablar solo y no sólo eso: adivinó la forma y el lugar exacto en que habían muerto cuatro personas, varios años antes de su nacimiento. Uno de ellos era un caso de supuesto suicidio. El niño visitó la escena el crimen, y dijo que la víctima había sido asesinada y posteriormente colgada al árbol, para que pareciera un suicidio. Además, dijo no sólo el nombre del asesino, sino que entregó las pruebas suficientes para demostrar su culpabilidad. Al preguntarle los oficiales cómo se había enterado, él les respondió: “Pero si él mismo me lo dijo, ¿no lo pueden ver? Aun está ahí, colgado”.

Este hecho sucedió cuando Paul tenía 3 años y apenas si sabía hablar. Lejos de ser considerado como alguien especial en el pueblo, ellos le temían. No fue hasta la primera vez que hable con él que entendí el motivo del miedo.

- ¿Puedes decirme tu nombre?

- Paul, padre.

- Bueno Paul, ¿cuántos años tienes?

- Tengo seis.

- Seis años, ya eres todo un adulto ¿cierto? ¿Sabes por qué estoy aquí?

- Si, es porque soy raro.

- ¿Raro?, ¿por qué dices eso?

- Porque todos en el pueblo lo dicen, mi madre lo dice y mi padre teme mirarme a la cara.

- Eso es malo. ¿Les has dado algún motivo para hacerlo?

- Si.

- ¿Cuál?

- Veo cosas que ellos no pueden.

- ¿Cosas? ¿Qué cosas? - la cara del niño cambió completamente, y de sus ojos brotó un brillo rojizo como una llama de fuego.

- Su madre puso una pistola en su boca y disparó. Se voló el cráneo.

- ¿Cómo sabes eso? – dije asustado.

- Porque está detrás suyo. Siempre lo ha estado, nunca lo ha dejado sólo – por acto reflejo volteé, pero no había nada – Quiere que usted sepa que no fue culpa suya, ella lo hizo para liberarlo del estigma de ser hijo de una prostituta.

Era uno de mis secretos mejor guardados. Al poco tiempo de nacer, mi madre se suicidó de un tiro en la cabeza, y fui criado en un monasterio. Hace poco supe que mi madre era prostituta, y que mi padre era el difunto Obispo. Todos esos datos eran imposibles de saber para este niño.

– Ella ha cuidado de usted toda su vida, pero usted aún no la ha perdonado, y no puede desligar su alma de usted – me dijo, luego.

- ¿Cómo puedes verla?

- Danael dijo que mis ojos son la clave.

- ¿La clave?

- La clave del equilibrio.

Ahora parece bastante claro, pero en aquella época, las Enseñanzas me decían que no debía creer. Sin embargo, la exactitud con la que ese chico relató la muerte de mi madre me tentó a creer… además habló de Danael, un ángel menor, poco conocido… dudo que la imaginación de un niño de seis años diera para tales horrores.

Una pregunta me dio vueltas en la cabeza: y es que a pesar de todo lo que él decía ver, permanecía impávido. He visto a guerreros vigorosos temblar de miedo al sentir el filo de la muerte cerca, pero este niño parecía convivir con la muerte como algo natural, su nivel de frialdad era impresionante. No me extraña que la gente del pueblo le temiera.

Dijo ser perseguido por un demonio. Revisé los expedientes entregados por el Papado y la antigua tradición de la Inquisición sobre exorcismo y casería, y llamé a mis contactos en el D.A.E., o “The Wall”, como preferíamos llamarlo. En aquellos tiempos, “The Wall” era recién un proyecto en formación, sin embargo, en su incipiente División Paranormal tenían lo que necesitaba: un mosquete de la época colonial, con balas huecas de cobre rellenas con mercurio bendito… según el folclore, decían que eran capaz de espantar a un demonio al centro mismo del Infierno.

Luego de tres días de espera recibí el mosquete, con las últimas 3 balas que aún permanecían en condiciones de ser disparadas. Fabriqué proyectiles de plomo para practicar el tiro al blanco, y luego de un par de días, fui capaz de dominarlo en cierta medida. En ese momento pensé que estaba siendo paranoico, pero algo me decía que necesitaría de aquellas habilidades, pronto.

A pesar de todo aquello, no descuide mi investigación. Durante aquellos días pude hablar con uno de los sobrevivientes de la fatídica noche del nacimiento de Paul: “Ese niño, como olvidarlo… pensamos que había nacido muerto, en ningún momento lloró. Luego, el doctor comenzó a gritar como poseído, su voz aún resuena en mi cabeza, no he podido olvidarla, sigue atormentándome… el niño debe morir”. Comenzó a reírse neuróticamente, gritando “el niño debe morir”.

La misma noche de mi visita, el testigo se suicidó, atravesando su cabeza en ambos oídos con lápices de madera, luego de que escribió con su propia sangre: “No puedo sacar su voz de mi cabeza, el niño debe morir”.

La última noche, vi llegar al niño cubierto de sangre a la iglesia, clamando por ayuda. Me pidió que lo escondiera. En un principio no entendía… el padre Raúl, el clérigo del poblado, salió de la iglesia, y nosotros sólo observamos desde una de las ventanas de la torre del campanario. El pueblo entero reunido, gritaba: “¡El niño debe morir!”.

- ¿Qué es lo que sucede? - preguntó el padre Raúl.

- Denos al niño - respondió uno de los sujetos del pueblo – ¡Mató a sus padres, los descuartizó! Está poseído por el Demonio, ese niño debe morir.

- Mis queridos feligreses, él sólo es una criatura, esto debe ser un mal entendido.

- No trate de ocultarlo, padre, o… ¿acaso es usted también un demonio?

- ¿Qué, como se atreve a insinuar semejante blasfemia? No dejaré que fanáticos como ustedes le hagan daño al niño.

- Quítese, o pasaremos sobre usted.

- No me retiraré.

La turba enardecida se abalanzó sobre el anciano sacerdote, destrozando su cuerpo a golpes. Presencié todo el macabro hecho.

- ¿Qué está pasando, Paul?

- Mató a mis padres… mató a mis padres, los despedazó, frente a mí.

- ¿Quién?

- El demonio.

- ¿Qué?

- Está ahí, entre la gente. Es sólo un demonio, pero mantiene la posesión del pueblo completo. Quiere matarme.

- ¿Puedes decirme cuál es el demonio?

- Si.

- No te pasará nada, yo te protegeré.

Mientras hablábamos, los pueblerinos botaron la puerta principal. Tomé a Paul, y bajé escondido entre la torre. Tenía mi mosquete, pero 3 balas no eran suficientes para el pueblo completo.

- ¿Sabes dónde puedo encontrar armas, o algo para defendernos?

- Si, el viejo Marcos tiene una tienda de caza. Hay rifles y pistolas ahí.

- Guíame.

Nos guarecimos en la tienda. Tal como el niño dijo, estaba lleno de armas. Al inicio sólo pensé en dispararles a las piernas y no matar a nadie, pero cuando empezaron a llegar, a pesar de romperles las piernas con los disparos, seguían caminando. Uno de ellos me acorraló, y no me atrevía a dispárale a la cabeza.

De pronto, Paul golpeó fuertemente la cabeza del que me amenazaba con una pala, lo hizo caer de rodillas, puso el filo de la pala entre sus dientes, y empujo fuertemente, decapitándolo: “No temas, ellos ya están muertos, sólo puede controlar los cuerpos muertos”. Tras estas palabras comprendí que debía dejar de lado aquello de no matar. Si queríamos sobrevivir, teníamos que valernos de todo.

Tomé el rifle y disparé. No sé a cuantos le volé la cabeza… la verdad es que no los conté, ni siquiera los miré a la cara, simplemente disparé… pero uno de ellos, por más que le disparaba, no caía, es más, sus heridas sanaban: “Él es”, dijo Paul.

Sólo un pestañeo, y apareció frente a mí: “Buenas noches, Padre”, y golpeó mi estómago tan fuerte, que salí despedido hacia la pared. El golpe fue tan fuerte, que momentáneamente perdí la conciencia.

Al despertar, me encontraba mareado, tanto que vomité, y no podía enfocar bien lo que mis ojos veían. Lo poco y nada que vi era a Paul herido, sosteniendo un cuchillo en su mano derecha, y al demonio que le faltaban varios dedos. Muy furioso, golpeó violentamente la cabeza de Paul, y este cayó varios metros, rebotando en el piso y semi inconsciente. Intenté ponerme de pie, pero mis piernas no respondían, mi mano izquierda tampoco. Saqué como pude el mosquete de mi bolsillo, y con mi mano derecha, tambaleando, apunté al demonio mientras este ponía la pala sobre la nuca de Paul: “Ahora morirás, engendro”. Disparé sólo para detenerlo, la primera bala perdida sólo lo rozo.

 “No te preocupes, Padre, ya seguiré contigo”, volvió a intentar matar a Paul, disparé por segunda vez, y esta vez di en la rodilla izquierda del demonio: “Mercurio bendito… te lo has ganado, hijo de puta, acabare contigo primero”.

Indudablemente lo hice enojar. Se acercó a mí, con la clara intención de matarme. Pero antes de poder hacerme cualquier cosa, Paul, con la última fuerza que le quedaba, lanzó el cuchillo, enterrándolo en la espalda del demonio, no lo suficiente para matarlo, pero si como para distraerlo, y no necesitaba nada más. A quemarropa era virtualmente imposible fallar. Disparé directo a su cabeza, y su cuerpo se descompuso, primero su piel, luego su carne y posteriormente sus huesos.

Tengo claro que aquel disparo no lo mató, pero lo alejará el tiempo suficiente para que Paul sea capaz de defenderse. “¿Se acabó?”, preguntó Paul. “Eso espero”, respondí, mas, él no alcanzo a escuchar mi respuesta, y cayó inconsciente, y para que mentir, yo también estaba exhausto.

Cuando desperté Paul estaba a mi lado:

- Durmió durante 3 días, padre.

- Eso es mucho tiempo.

- Aún no me ha dicho su nombre.

- Mi nombre es Julio Hernández, y ya no soy sacerdote.

- ¿Desde cuándo?

- Desde que un maldito demonio intentó reventarme la cabeza.

- Jajajajaja, eso fue gracioso. Pero, ¿qué será de mí ahora?

- ¿Qué será de ti? Eso sólo puedes decidirlo tú.

- Es que ya no me queda nada, no tengo a nadie.

- Pues ven conmigo. Sabes, hay un pequeño grupo en formación, en un lugar que llamamos “The Wall”.

- ¿”The Wall”?

- Básicamente, somos un montón de ñoños investigando el pasado, pero había pensado en darle un nuevo giro… con la información que “The Wall” posee y tu talento, podemos evitar que esto vuelva a suceder… y quizás encontremos más gente como tú.

- Más gente rara.

- No, más gente elegida.

- Elegida, cierto… el ángel lo dijo: debemos resguardar el mundo.

- Si, eliminaremos a todos los demonios del mundo.

- No. Debemos mantener el Equilibrio de las cosas.

- ¿El Equilibrio?

Ahora entiendo lo que Paul decía. El Equilibrio… ser neutrales en todo momento, no ayudar al Cielo ni al Infierno, esa es nuestra misión. La misión de nuestra División Paranormal, mi misión, la misión de Morgan… es el destino de aquel hombre que nació justo en el medio…
                               

-
Fin de la primer parte.

No hay comentarios: